ETAPA 6.

Cabo Testa - La Magddalena (Cerdeña, Italia).

La isla de la Magdalena está a 22 millas de Cabo Testa, por eso, la diana del 30 de agosto suena más tarde que de costumbre. Claro que, en realidad, no hizo falta la llamada, ya que el frío relente de la Cala Vall Alta y las planchas duras del “MA” donde han pasado la noche, durmiendo con más ánimo que comodidad, hizo que se despertaran muy pronto.

Y a las nueve de la mañana, se lanzan al agua las piraguas, se inicia la sexta etapa de la peregrinación, que los dejará en la isla de la Magdalena, situada en el extremo S.E. de las bocas del Estrecho de Bonifacio.

Al iniciar la boga, reciben instrucciones del comandante Sr. Huerta, para arribar al istmo que separa Santa Reporata de Cerdeña, pasándolo con las piraguas al hombro y evitando con ello, unas cinco millas de remo. De esta forma pasan el Cabo Testa con toda facilidad, con ello abandonan el Mediterráneo y entran en el Tirreno. Las islas de Spargi se agranda ante ellos y enfilan las proas hacia el canal que la separa de Cerdeña. Las islas Razzoli, Budelli, Spargi, Estefano, Caprera, Corneli - que forman el estrecho de Bonifacio.

Y así, sencillamente, a las trece horas quince minutos del día 30 de agosto, llegan al puerto de la isla de la Magdalena. El Destructor “Almirante Miranda”, cumpliendo ordenes, fondea entre las islas Magdalena y Caprera. En el puerto dejan las piraguas y en una motora de la Marina de Guerra Italiana, los llevan al “MA”. En los rostros de todos el gesto se hizo duro para no dejar translucir una emoción que se mostraba en lágrimas. Saben que aquí termina la misión del barco de avituallamiento “MA” para ser sustituido por uno italiano. Dejan atrás días entrañables y llenos de recuerdos que nunca olvidarán en sus vidas.

Los piragüistas son desembarcados a tierra y se quedan solos en la Plaza Umberto I del puerto de la Magdalena sin saber que rumbo tomar. Y mientras Luque, Capitán de la Peregrinación visita al Comandante de la Base Naval, Sr. Bartelleti, el Pater lo hace al párroco de la isla. Uno y otro, realmente admirados del esfuerzo, se apresuran a ayudarlos sin pensárselo.

Tres de los remeros - Nieto, Samos y Cabezudo - son hospitalizados en el “Ospedale Maritimo Italiano”, el resto son conducidos en un camión de la Base Naval al albergue estival “Nido d’Aquila”, perteneciente a Cáritas Vaticana”. Y desde “Nido d’Aquila”, ven partir rumbo a España al Destructor “Almirante Miranda”.

En el albergue “Nido d’Aquila” donde han sido cobijados, han de permanecer hasta que se obtenga de la Marina de Guerra Italiana la necesaria autorización para navegar por sus aguas jurisdiccionales, a bordo de las piraguas.

“Nido d’Aquila” es un albergue infantil, perteneciente a Cáritas Vaticana. Está instalado en un lugar áspero y abrupto, a unos cinco kilómetros del casco urbano de la Magdalena, en unas abandonadas defensas costeras de la Isla. Todo en él es minúsculo, diminuto, infantil, mesas, sillas, camas. En él se han impuesto un horario de absoluto descanso, viviendo con el mejor humor. Pasados unos días, el único que no tiene demasiado humor ni algo que se lo parezca, es Carlos Piernavieja, que sufre una colitis espantosa, y Araujo no se encuentra muy bien, por lo que han tenido que ser trasladados, para su mejor atención médica, al “Ospedale Marítimo Italiano.

Tanto el comandante de la Base Marina Sr. Bartelleti, como el párroco de la Magdalena, Monseñor Capulla, se han hecho grandes amigos.

Luis Nieto, uno de los remeros, tiene que desplazarse a Civitacecchia para ser tratado de una forunculosis en el brazo derecho. Jesús Luque, como jefe de la expedición, lo acompaña y aprovecha el viaje para resolver en Roma algunas cuestiones relacionadas con la recepción y alojamiento.

Van pasando los días y los estudiantes están casi todos totalmente recuperados después de tantos días de espera, están ansiosos por salir y llegar a Roma lo antes posible, solo Piernavieja y Araujo siguen hospitalizados. Para pasar el tiempo hacen excursiones y visitas a varios monumentos que hay tanto en la Magdalena como en la isla de Caprera, que están unidas por un puente.