Etapa 2

DE PALMA A ROMA EN PIRAGUA

Una aventura para no olvidar.

Equipo piragüistas, Palma a Roma en piragua 1950

ETAPA 2.

Puertos de Campos (Colonia Sant Jordi) - Cala Ratjada (Mallorca, España).

Al día siguiente, 16 de Agosto, muy temprano, a las seis de la mañana, suena la diana. Después de oír la Santa Misa (costumbre que duró todos los días de la peregrinación), a las ocho, están de nuevo en las piraguas dispuestos a cubrir la segunda etapa. Luque, hace la señal de partida y comienzan a remar. Se alejan nuevamente del puerto, mientras el “Maryola” los observa. El mar parece tranquilo y las tripulaciones se sienten animadas. A proa de la piragua “Virgen de Loreto”, con un gesto de distinción y orgullo, se alza la figura de un pato, regalo del Alcalde de Puerto Campos como mascota de la expedición. Le llaman “Mariano” y no parece extrañarse mucho de su suerte. El pato ha aumentado el buen humor de los remeros.

Muchas veces, las piraguas se acercan al “Maryola” para abastecerse de víveres, ya que el mar y la boga abren el apetito de manera prodigiosa. A media tarde, paran en Cala d’Or para esperar al Maryola, el llaüt es muy bonito pero muy lento. Aquí aprovechan para darse un baño en su magnífica playa y sacarse unas fotos. El “Maryola” les lleva ahora la delantera y los tres patrones se desafían para adelantarlo. Se refuerza la boga y se disparan las tres piraguas hacia la popa del barco nodriza. Pero ni la pericia de los patrones, ni el esfuerzo de los remeros logran despegar el trío y así triplicada, por el momento la velocidad, pasan al “Maryola”.

Se ha hablado ya varias veces de nuestro primer barco nodriza y bien merece que le describamos. Estos son sus rasgos característicos: 8’50 metros de eslora; 3 de manga. Lleva una quilla con cinco toneladas de hierro. Es de un solo palo y lleva aparejos “beraudienses”. Desplaza 8,50 toneladas. En definitiva, un barco de mucho aguante, muy marinero, pero muy lento.

Jesús Luque posando

Playa de Cala d’Or

Parte de los remeros

Playa de Cala d’Or

Playa de Cala d’Or

Pasado el Cabo de Amer y a la altura de Cap Vermell, cuya mole se recorta amenazadora entre las sombras de la noche, el mar se tiñe de oscuro y el viento arrecia, con lo que se endurece la boga y se hace terriblemente lenta. El “Maryola” se pierde de vista, dejándolos solos frente a la furia de las olas y de la noche. Se hacen las señales luminosas a las que contestan desde Cala Ratjada, lejos aún. Siguen ignorando al “Maryola”. Esto tiene mucho de sabor de aventura y sensación de angustia, pero no decae, por ello, el ánimo y a grandes voces las tripulaciones preguntan por el “Maryola”, como si fueran su escolta en vez de sus pupilos.

En la piragua “Virgen del Carmen”, por el esfuerzo de la boga, se rompe un remo y como de momento no pueden reponerlo, han de redoblar el esfuerzo para no perder la unidad de marcha, al ser tres en vez de cuatro, los remos en acción. Y así, venciendo al mar, a la noche y a los propios temores, a las doce horas de navegación, en las que se han cubierto cuarenta millas, llegan a Cala Ratjada. Cala Ratjada es el punto elegido para el primer descanso serio.

En Cala Ratjada surgen problemas. Debido al mal tiempo en el canal de Mallorca-Menorca, tienen que ir posponiendo la salida. Todo el pueblo se vuelca con los remeros y se ofrecen mas de 35 camas de diferentes familias, todo un ejemplo de hospitalidad. El “Maryola” tiene que ser sustituido por el “R.R.20” remolcador de la Marina de Guerra de España que los acompañará hasta Mahón, y tiene que venir de Alcudia, pero a causa del temporal se retrasa unos días. Para pasar el tiempo, algunos componentes del equipo se dedican a jugar a las cartas en la cantina del puerto.

Otro día se van de excursión a las cuevas de Artá. En uno de los días, unos pescadores pierden unas redes a causa del temporal. Más tarde son recuperadas desde una de las piraguas.

A las siete de la mañana del día 19 de agosto, todos están en pie. Luque con la tripulación de la piragua “Virgen del Carmen” sale en descubierta para comprobar el estado del mar, pues en este día todos están dispuestos a la marcha amparados en la bondad marinera de las piraguas. Al volver Luque con la piragua y aunque el estado de la mar no parece favorable para la travesía, se deciden emprender la marcha. Momentos antes de la llegada de Luque, hace su entrada en el puerto, el remolcador de la Armada “R.R.20” que los acompañará hasta el puerto de Mahón.