ETAPA 14.

Fiumicino (Río Tíber) - Roma (Italia).

 

Viviendo ya las primeras horas del día 16 de septiembre, sin apenas descanso para los fatigados músculos, comienza la última etapa - ¡la decimocuarta! - de la peregrinación, que los llevará río Tiber aguas arriba a Roma. Para esta etapa, se asignan las tripulaciones oficiales, están todos recuperados. El resto, junto al Pater y algunos componentes mas que han llegado desde España, van a Roma en autobús.

Momentos antes, se despiden del barco nodriza el “Atlela”, patrullero de la Marina Italiana. Para su Comandante, cariñosamente llamado por todos “El Chato de Vallecas”, fue un fuerte abrazo de despedida, porque él y su tripulación vivieron fraternalmente la travesía. Y nuevamente, en estos momentos, los recuerdos para el “Maryola”, el “R.R.20” y el Destructor “Almirante Miranda”.

 

Empieza la subida por el Tíber con la compañía de un pequeño práctico de escolta. Poco después de empezar, una impresionante tormenta cae sobre ellos, la típica tormenta de final de verano en el Mediterráneo. Como resultado, el río Tíber baja con un nivel muy superior de agua al que es habitual, la corriente es fortísima, casi imposible de remontar. Hay momentos que las piraguas casi no avanzan. En los rápidos, junto a los puentes, en ciertas ocasiones se pierde el control de las piraguas con serio peligro de volcar, lo que a parte de peligroso para la integridad física de las tripulaciones podía frustrar el objetivo de la expedición. También tienen problemas en algunas zonas con fango, donde alguna piragua toca fondo con la quilla. Fue posiblemente, para aquellos grandes navegantes, una noche larga y cargada de emociones.

 

Por fin llegan a Roma. Cesa la lluvia pertinaz que siguió a la feroz tormenta, para hacer más fácil la llegada. Y con el recuerdo de los truenos, relámpagos, agua y barro sufrido y con las orillas del Tíber repletas de gentes que corren a la par del ritmo de los remos.

Y en medio de una gran emoción de cuantos esperan la llegada, lanzan los remos al aire y emocionados dan gracias a Santa María del Mar por ganar la gracia del Año Santo. ¡Ya estamos en Roma!.

A las doce en punto de la mañana, del sábado 16 de septiembre del año Santo de 1950, llegan al Club Náutico de Roma donde por fin termina la travesía. Mas tarde, frente al Circolo Canotaggio, las  embarcaciones son izadas a tierra. Aquí son recibidos por el embajador español ante la Santa Sede, Joaquín Ruiz Giménez, el alcalde de la ciudad, comandantes de ambas Marinas, Sanori y Catalán, etc. Acto seguido, las piraguas son llevadas a hombros por los propios protagonistas hasta la misma Plaza del Vaticano donde son expuestas. Un espectáculo increíble que quedo claramente registrado en los noticiarios y crónicas de la época.

 

Una atronadora salva de aplausos, anuncia la llegada de Pio XII. Se aproxima el Papa en su Silla Gestatoria pasando por entre la multitud de peregrinos que llenan la Basílica y a los que paternalmente bendice y saluda. Y al pasar ante los piragüistas, estos alzan en alto los remos. Antes de terminar la audiencia, un Monseñor se acerca al Altar de la Confesión, donde se encuentra Su Santidad y le explica que son los peregrinos españoles que vienen en piragua desde España. Les hacen una señal a Luque, Virgilio, Hernando y al Pater para que se acerquen. Calladamente, habla el Papa de la peregrinación en piraguas, de su esfuerzo y sacrificio, únicos modos de llegar a Cristo, y de que ella marcará jalón en la historia del mundo peregrinante.

Y vuelve Su Santidad a su Silla Gestatoria, y nuevamente los gritos y las aclamaciones, e impartiendo su bendición avanza, por entre los peregrinos. Al llegar ante los remeros, pasa Su Santidad por entre el arco de triunfo que forman con los remos. Y la voz de Pio XII vierte sobre ellos cuando les dice: “Bravo por los españoles”...

Esa misma noche los estudiantes del SEU hablan desde Radio Vaticano donde cuentan su hazaña. En la intervención, Hernández Rivadulla comenta que durante la travesía recibió la noticia del nacimiento de una hija (Menorca), a la que no conoce todavía.